En la timidez del alba y cuando la
congoja atenaza formando la obstrucción característica que impide el paso de
aire a los pulmones........ que impide el paso del aire al corazón, me decido y
vuelvo al bosque.
Extrañamente no siento a éste como un
método curativo, ni siquiera como un refugio lo siento como la vuelta al sitio donde debo estar......al
que pertenezco.
Mis pasos se adentran con todo el
respeto del que soy capaz. Y a pesar de la frecuencia con que lo visito, me
parece siempre la primera vez y no puedo evitar asombrarme.
Las hojas hablan bajo mi peso
recitando historias de estos caminos mientras el musgo besa mis manos apoyadas
en cada una de las verdes piedras, en cada uno de los verdes y viejos troncos.
Miro los grandes árboles, bailo con
ellos, rió sin motivo aparente, los abrazo, me siento a su lado apoyando mi
espalda y mirando sus ramas, poniendo nombre a cada hoja que cruza ante mis
ojos, les hablo...........les rezo.
Y a veces esto surte efecto.
Mientras observo una pequeña brizna de retama esta brilla de una manera especial y curioso me acerco .
En ese momento una luz se cuela entre las altas figuras
y produce un efecto sedante en mi alma.
Cálida, diría que me está mirando al
mismo tiempo que yo lo hago con ella, noto sus rayos como dedos intentando
acariciarme el rostro, y mis pupilas se tiñen de sus propios colores, como si
me conociera, invitándome a ir con
ella.....y me dejo llevar.
Me elevo del suelo hasta las más
altas copas y juego con las plumas de avecillas que saludan mi propio vuelo. Me
encargan vestir el bosque de intensos colores y los salpico con los que tengo acumulados en
mis ojos con los que se fabrican en mi mirada.
El agua cantarina, arrulla los matorrales cercanos cuyas ramas
parece inclinarse para beber de él, para escucharle mejor. La eterna brisa que
juega al corro con las hojas, se arremolina en torno a mi iniciando una suave
danza, que me pone en contacto con mi propia conciencia, con mi propio espíritu....con
el Espíritu del bosque.
Él me habla me acurruca, me sana, me mima, me enseña y
llego a un estado de paz que nunca creí
posible.
En estas andaba yo cuando miré hacia abajo y descubrí mi cuerpo bailando
entre los grandes árboles, riendo sin motivo aparente abrazándolos y
descansando espalda contra tronco....observando una pequeña retama.
Y decido bajar entre las altas
figuras de mis amigos, y lo miro al tiempo que Él lo hace conmigo.
Extiendo mis
dedo y acaricio su rostro, me cuelo en sus pupilas que ahora brillan de otra
manera y decido coger su mano e invitarlo a acompañarme.
HACEDME EL FAVOR DE SER FELICES KARRAS.